La relación entre el campo y los gobiernos argentinos que llegaron con el regreso de la democracia tuvo más momentos turbulentos que relaciones amistosas. Las constantes quejas sobre los momentos para liquidar granos, exportar productos y leyes convenientes para ambas partes hicieron que el campo y los gobiernos sean más enemigos que amigos.
El Campo debería gozar de excelente relación con el gobierno de turno sin importar bandería política. Sin embargo, los conflictos de intereses chocan sin control y perjudican a una sociedad cada vez más golpeada en medio de una discusión que no parece tener fin.